Me encuentro otra vez sumida en estado de, no lo sé, no quiero decir depresión. Me obligué a ducharme, a limpiar y hacer la comida. Desempacar sin embargo aún no quiero.
Me avergüenzo de sentirme rechazada y de apenarme cuando se enteran que sigo aquí, que no me pude ir, que me lo prohibieron (aquí podríamos decir que existe algo más que sólo un problema mental, sino de naturaleza cultural y social). Me lo tomo con una falsa dignidad y falso positivismo. QUÉ CUENTO!
Mi aletargado estado de ánimo continúa y no quiero dejar las cobijas. Ya se hizo de noche.
Joe borracho y desde España ha dicho, de nuevo, que nos casáramos, sin fines románticos sino legales. La idea ya me había cruzado la cabeza, naturalmente me negué pero sólo porque se trata de la primera propuesta de desde el "vergonzoso" evento. Quería proponerselo yo en tono de broma sólo para calibrar su reacción. El plazo de prueba es de dos años (el de matrimonio), es el mismo tiempo que tenemos de conocernos, cuánto no hemos pasado y cuánto más no podría suceder y siendo sincera, que llegara a consumarse la idea parece improbable; sería tanto tiempo juntos... nos va mejor por teléfono y con mensajitos de texto fríos y en diferentes usos horarios.
Desde que tenemos el título de amigos a veces quiero hablarle de lo que siento, de cómo me siento pero tengo la sensación de que todos tienen suficiente lidiando con su mierda como para que además traten con la mía. Esto tal vez ni siquiera es depresión, tal vez sólo me la estoy inventando para tenerme compasión y mantenerme aquí en la cama. Volver a escribir, por otro lado, ese sí es tal vez el único síntoma alarmante.
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