Miércoles
Burbujas ámbar malévolas que se quieren apoderar de mí y mi noche.
Allá todos reían, gritaban y el sudor les caía por chorros enmarcando sus no tan bellos rostros. Me encontraba entre ellos, siendo unos de ellos, contemplándolos y al mismo tiempo intentaba contemplarme con ellos, imaginar cómo lucía al rededor de ellos, para saber si lograba distinguirme porque ingenuamente siempre he creído que soy “especial”. Y no lo soy, todos sólo somos sacos de piel, sacos que defecan y que nadamos en nuestra propia mierda porque nacimos ya un mundo nauseabundo.
Volví al vaso. Las burbujas seguían luchando por subir mientras mi humor se volvía oscuro, irritante, quería que todos se esfumaran para así disfrutar de la dulzura del elixir en el vaso plástico que me llamaba, porque besándolo me llegan las palabras que mis labios necesitaban y que no logro llegar a articular, era tiempo perdido entre los segundos y la ignorancia que los primermundistas desearían poseer.
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